Los pueblos celtas eran un conjunto de tribus y naciones indoeuropeas que, cruzando Anatolia, se expandieron desde el Mar Negro hasta el Atlántico, con sus asentamientos más notables en las Islas Británicas y en la Galia. Fueron una cultura de la Edad de Hierro europea y estuvieron en contacto directo con los romanos, quienes finalmente los absorbieron y por quienes conocemos datos sobre la mitología celta.
Historia de la mitología celta
En muchos casos la mitología celta es una mitología incompleta, debido a la romanización de los pueblos dominados y a la consiguiente pérdida de su cultura e idiomas originales. No solo eso, sino que en muchos casos encontraremos parecidos y sincretismos con la cultura greco-latina. Debemos recordar que estos pueblos celtas fueron contemporáneos de los romanos. Habiendo en muchos casos legendarias rivalidades, como la rivalidad entre la República romana y los galos. Siendo la Batalla de Alalia y el posterior saqueo de Roma por la tribu gala de los senones, el ejemplo más claro de este antiquísimo rencor.
Así pues debemos tener en cuenta que la mitología celta está estrechamente ligada a la cultura romana y posteriormente a la cultura cristiana, con reinterpretaciones del mito de Arturo, por ejemplo. Consideramos, de hecho, a los reinos cristianos posteriores a la caída de Roma también como reinos celtas, puesto que celta era el pueblo que los constituía y así lo reflejan los escritos y cantares de esta época, que narran epopeyas mitológicas de reyes y grandes guerreros durante la Edad Media, mezcladas con las antiguas tradiciones e ideas celtas.

Características de la mitología celta
Como ya hemos comentado antes, al no haber fuentes escritas por los mismos pueblos celtas hasta muchos siglos después de los cambios que su cultura experimentó, los relatos sobre la mitología celta solo nos han llegado de manos de historiadores extranjeros. En muchos casos romanos y griegos, los cuales pudieron hacer una reinterpretación de estos mitos para tratar de identificarlos con los suyos propios.
En líneas generales la mitología celta se enmarca dentro de las religiones druídicas. De culto a las fuerzas de la naturaleza, cuya máxima unidad sacerdotal era el druida, que en sí se trataba de un sabio de gran poder. De hecho, en el mito del Rey Arturo vemos algo común en el mundo celta: el rey acompañado de un druida (aunque Merlín llegara a nuestros días presentado como un “mago”)
Los celtas veneraban a las fuerzas de la naturaleza y sus creencias no son muy diferentes a las del resto de culturas europeas de la Edad de Hierro, debido principalmente por la longeva cultura de intercambio comercial de la región.

Dioses de la mitología celta
El druidismo es un conjunto de religiones politeístas donde, además, se venera a espíritus y dioses locales que hacen imposible establecer un panteón claro, sin embargo, podemos clasificar a las distintas deidades de la mitología celta de la siguiente manera:
- Dioses Ancestrales: Se trata de los grandes dioses de la mitología celta que representan los fenómenos naturales. A menudo los historiadores romanos, entre ellos el mismo Julio César en su Comentarios sobre la Guerra de las Galias, trataban de hacer paralelismos entre estos y los principales dioses romanos, como Júpiter o Mercurio. A esta categoría también pertenecen los dioses locales y los propios de cada tribu. Las prácticas de adoración varían enormemente entre cada región y clan, sin embargo el culto a Lugh es común en todo el mundo celta. Lugh es el mayor de todos, y no tiene una función propia, pues es maestro de todas y cada una de las artes.
- Dioses de Irlanda: En los textos recopilados y escritos en tiempos de los cristianos, se habla de una guerra entre dos razas mitológicas: los Tuatha Dé Dannan, literalmente “tribu de la Diosa Dana”, y los Fomoré, una raza de gigantes que aparecerá en múltiples ocasiones en la literatura irlandesa. A estos últimos se les describe como horrendos y deformes. Los Tuatha Dé Dannan representan la civilización, el orden y la justificación divina de la monarquía, mientras que los Fomoré representaban las fuerzas oscuras que siempre vuelven para traer la barbarie y la oscuridad a la raza humana.
- Dioses de Gales: Tras cientos de años en las sombras por temor a que las fuentes cristianas los destruyeran, finalmente salen a la luz en los “Manuscritos de Gales”. Estos textos hablan de dos linajes de dioses, los niños de Dôn y los niños de Lyr, aunque la distinción no está clara. Dôn por su parte es una antiquísima deidad indoerupea también conocida como Dana, Anna o Anu. En la India se la conoce como Anna Purna y en Roma se la conocía como Anna Parena, y que muy posiblemente haya llegado a nuestros días como “Santa Ana” la madre de la Virgen María. Otros dioses que conocemos por fuentes romanas y a los que ya adoraron los galos son: Teutates (también conocido como Tutatis, el dios al que claman los galos de la irreductible aldea de Astérix y Obélix), Taranis y Esus.

Mito de la creación celta
No existe un solo mito de la creación en la mitología celta y estos pueden ser tan variados como contradictorios, debido a la amplísima extensión de los pueblos celtas sus culturas y relatos evolucionaron independientemente en el tiempo y el espacio. Además, debemos tener en cuenta de que los celtas, anteriores al contacto con las civilizaciones del Mediterráneo, eran una cultura prehistórica, y todos los relatos y mitos que hemos conseguido recopilar de ellos han venido por fuentes posteriores a su existencia, y en muchos casos ni siquiera fuentes celtas. Pese a eso, aquí os dejamos el mito de la creación como lo cuenta la tradición irlandesa.
En el principio la tierra estaba vacía y no la poblaban ni dioses ni humanos. Tampoco existía el tiempo. Lo único que había era tierra y mar. Entonces Eiocha, la yegua blanca, nació de la espuma blanca de las olas al romperse contra la costa. Próximo al lugar de su nacimiento apareció un robusto roble, que producía bayas blancas, las lágrimas del mar. Eiocha, que se alimentaba de estas bayas, creció fuerte y dio a luz al primer dios: Cernunnos. Al parir, Eiocha sufrió tal dolor que rompió algunos trozos de corteza del roble y los tiró al mar. Estos trozos de madera se convertirían en los gigantes de las profundidades.
Cernunnos, se apareó con su propia madre y de esta relación fueron engendrados Maponus, Tauranus, Teutates y la diosa Epona, diosa de los caballos que también fue adoptada en el Panteón romano. Tras dar a luz a sus nuevos 4 hijos, Eiocha regresó al mar y así se convirtió en Tethra, la diosa de las profundidades.
Estos cuatro dioses serían los encargados de dar forma y producir la vida sobre la tierra puesto que estaban solos y deseaban ser adorados. Durante la modificación del mundo aparecieron nuevos dioses y de ellos nacerían todos los demás dioses y reyes, guerras y romances.
Si quieres saber más sobre la mitología celta te recomendamos ver este vídeo: