En la antigüedad, y desde la edad del neolítico, Cibeles era adorada en Asia Menor como la diosa de la tierra, de la fertilidad y de la tierra fértil. En otras palabras, era comprendida como una diosa madre. Otros de los atributos y responsabilidades que se adjudicaban a Cibeles era el protectorado de las cavernas y de las montañas, de las murallas y de las fortalezas, así como también de los animales y de la naturaleza en general.
Esta deidad tuvo que adaptarse a las nuevas generaciones de grecorromanos y a las nuevas creencias, mezclando sus capacidades, habilidades y responsabilidades, con las de otras deidades adoradas más extendidamente en las regiones de Grecia, llegando incluso a adherirse al personaje de otra diosa mitológica comprendida también como diosa de la tierra, como es el caso de Rea. Finalmente, Rea y Cibeles fueron consideradas la misma diosa.
La mitología griega le adjudica la responsabilidad de haber sido la encargada de iniciar a Dioniso en el arte del culto misterioso. Por ser una diosa de la vida, la muerte y la resurrección, esta deidad era realmente respetada entre todos los demás dioses. En la antigua Roma, la figura de Cibeles era equivalente a Magna Mater, que quiere decir la Gran Madre, aunque también se le solía denominar como la Madre de Ida, que era el monte que se alzaba en el centro de la isla de Creta.
Participación de Cibeles en el mito de Atalanta e Hipómenes
Según narra este pasaje mitológico, Atalanta era una joven que estaba consagrada a la diosa Artemisa, por lo cual debía permanecer virgen durante toda su vida. Si se casaba, se convertiría en un animal. Para evitar cualquier pretendiente que le hiciera caer en tentación Atalanta decidió retar a todo el que pretendiera su amor, a una carrera.
Si en la carrera salía vencedor el pretendiente, entonces Atalanta se casaría, si por el contrario, ella resultaba vencedora, entonces mataría a su oponente. Cada vez que alguien se acercaba a ella bajo esas intenciones, lo retaba a la carrera, y aunque siempre daba ventaja a sus oponentes, terminaba por ganar ella la contienda y matar a su contraparte.
Un día, el joven Hipómenes aceptó el reto de la carrera, pero ya él iba preparado. La diosa Afrodita le ofreció manzanas encantadas para que venciera a Atalanta. De esa forma, Hipómenes dejaba una manzana en el camino cada vez que Atalanta estaba por alcanzarlo, para que ella se encandilara con la belleza de la manzana y él pudiera seguir avanzando.
Los leones de Cibeles
De esa forma, Hipómenes logró obtener la victoria de esa carrera y casarse con Atalante. Es aquí donde entra la diosa Cibeles en acción. Un día, ambos visitaron un templo de la diosa de la tierra y gozaron allí de su amor. La diosa Cibeles encolerizada por lo que había visto en aquel lugar, decidió castigar a los esposos, convirtiéndolos en leones.
Así fue como ambos se convirtieron en los dos leones que ahora se encargan de llevar el carro de la diosa de la Madre Tierra, Cibeles. Pese a la importancia de este mito, es el único en el que aparece la figura de Cibeles de una forma tan importante, sobre todo si se toma en cuenta que sin la presencia de Cibeles en la narrativa, no hubiese ocurrido la metamorfosis de estos personajes.
Por este mito, existen diversos monumentos en varios lugares del mundo, donde se rinde tributo a los leones en los que quedaron convertidos Atalanta e Hipómenes por obra de Cibeles. Uno de estos monumentos se encuentra al frente del Palacio de Linares en Madrid España, donde se puede observar a la diosa Cibeles con un par de leones tirando de su carro.