Citlalicue y Citlaltonac son dos personajes importantes para la cultura mexica y azteca porque son las representaciones de las estrellas en el firmamento. Citlalicue es representada como la diosa de las estrellas hembras, mientras que Citlaltonac es el dios de las estrellas varones. Estas dos deidades son también reconocidas como deidades del cosmos, de la luz y de la oscuridad.
En ciertas ocasiones y según algunos textos mitológicos, ambas divinidades se asocian con el primer par de seres humanos conocidos como Tata y Nena. Todas las estrellas que brillan en el firmamento fueron creadas por los dos dioses en algún momento de la creación. Algunos cronistas describieron a estas deidades como “estrellas”.
En el caso específico de Citlalicue, es conocida como la diosa de la vía láctea, más que de las estrellas en general. Mientras que Citlaltonac es descrito sobre todo como el dios que representa el brillo de las estrellas propiamente dicho.
Etimología de los nombres de Citlalicue y Citlaltonac
El significado de cada nombre es diferente y tienen connotaciones distintas dependiendo del idioma en el que se escriba. En el caso de Citlalicue, en náhuatl quiere decir la falda de estrellas. Proviene de otra base de la escritura escrita como “citlalli” que quiere decir estrella y de “icue” cuyo significado es falda.
En cuanto a Citlaltonac, las raíces de su nombre son “citlallin” que quiere decir estrella, y por otro lado “tonac” que quiere decir brilla. En general, según el vocablo náhuatl estas dos frases quieren decir en conjunto estrella brillante, por lo que esta deidad puede ser entendida como la responsable de dar brillo a todas las estrellas.
Se creía que ambos formaban parte de un dúo perfecto que se encargaba de darle las herramientas más elementales a los seres humanos, como lo son la luz y la oscuridad, la luna y el sol, con cuyos elementos también estaban estrechamente relacionados, según los textos mitológicos de la época.
Otra de las historias que se cuenta sobre Citlalicue es que fue obra suya la creación de los seres humanos, cuya acción realizó en la última etapa de su vida. Era hija de Cotlatona, que tenía la forma de un cuchillo. Presuntamente, la creación de nuevos dioses fue gracias a que fue arrojada a la tierra por acción de su hermano.
Al caer sobre Chicomoztor, se fragmentó en mil seiscientos pedazos, dando como origen a tantísimos dioses que llegaron para formar parte del panteón náhuatl, azteca, tolteca y zapoteca.
Leyenda náhuatl sobre la creación del sol y la luna
Un viejo pasaje narra cómo los cuatro dioses Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Citlalicue ordenaron la creación del sol. Para lograr la misión, se ofrecieron en sacrificio Tecciztécatl, un joven hermoso y muy rico; y por otro lado también se ofreció Nanahuatzin, pero este era un joven enfermizo y muy pobre.
Al momento del sacrificio, todos se reunieron en Teotihuacán alrededor de una hoguera, donde ardía un fuego sagrado. Los dos jóvenes que habían acordado quedarse en sacrificio esperaban para saltar al fuego sagrado.
Tecciztécatl era el primero que debía saltar, pero tuvo un inmenso miedo de hacerlo y decidió no entrar primero a la hoguera. Nanahuatzin se sacrificó primero entonces y sin pensarlo demasiado, saltó a la hoguera donde ardía el fuego sagrado. De él nació el Sol que ardía incansablemente en el cielo.
En vista de la valentía que tuvo Nanahuatzin, el hombre rico no quiso sentirse menos así que se abalanzó al fuego sagrado igualmente. Una vez que cayó, se creó la luna. En ese primer momento, ambos astros brillaban con igual intensidad, pero los dioses acordaron que no debían tener el mismo brillo porque el joven muy rico no había tenido la valentía de lanzarse primero.
Fue entonces cuando los dioses enviaron un conejo para tapar el brillo de la luna, y desde entonces el Sol es resplandeciente, pero la luna no lo es tanto.