La Eneida

La Eneida constituye una epopeya o relato épico perteneciente a la mitología romana que fue escrita desde el año 29 a.C. hasta el 19 a.C. por el poeta Virgilio, siendo esta su opus magnum. Fue encargada por el primer emperador romano, Augusto, también conocido como Cayo Julio César Octavio, Octaviano o Emperador César Augusto.

El objetivo de esta obra era propagandístico a la par que artístico, pues el emperador quería atribuir a Roma un origen mítico y glorioso que bebiera de la tradición griega. De esta manera pondría a Roma como destino de todas las epopeyas antiguas y trataría de justificar el dominio del imperio sobre los territorios conquistados. Virgilio hizo una reescritura de los acontecimientos posteriores a la Guerra de Troya, acaecida más de 1000 antes. Que más adelante veremos en mayor profundidad.

Se dice que Virgilio tardó casi 10 años en completar su obra, y que en su lecho de muerte suplicó que fuera quemada, por su oposición a que se utilizara como parte de la propaganda política del emperador Augusto, otros afirman que Virgilio no consideraba que fuera lo suficientemente perfecta y por tanto no debía ver la luz. Tiene sentido, puesto que Virgilio se había propuesto crear una obra muy exuberante en detalles y de alta calidad artística.

Por desgracia, durante un viaje precisamente para revisar la Eneida, Virgilio cogió unas fiebres que lo debilitaron, hasta que murió en Brindisi. Cuando estaba a punto de morir, el poeta pidió que se quemara pues estaba inacabada y el Canto VIII contenía rimas de carácter sexual que concernían a Venus y Vulcano, lo que no era moralmente aceptable para la Roma de la época. Sin embargo, Augusto ordenó que no se cumpliera su última voluntad y se publicase con cuantas menos modificaciones posibles.

Argumento

Eneas, el príncipe de Dardania, una ciudad en la orilla del Estrecho del Dardanelos, en Anatolia, huye de Troya junto a su padre Anquises y su hijo Ascanio, tras ser tomada la ciudad por el ejército aqueo. Durante la huída, Eneas pierde a su esposa Creúsa y vuelve a buscarla entre los escombros de la ciudad. Sin embargo, lejos de encontrarla, una aparición suya le dice que no derrame sus lágrimas por ella y se marche, que el destino le tiene reservada una esposa de sangre noble.

Juno, esposa y hermana de Júpiter aún le guarda rencor a los vástagos de Troya, y trata por todos los medios de entorpecer y desviar a los supervivientes de su destino: Italia.

Durante siete largos años, Eneas y su séquito se ven obligados a vagar por el Mediterráneo en su migración, hasta que es acogido por el incipiente reino fenicio de Cartago, gobernado por Dido. Siendo esta la primera gobernante de la ciudad, también conocida como Elisa de Tiro.

Mediante una treta de Venus y Cupido, Dido cae locamente enamorada de Eneas, pero cuando Júpiter le ordena al héroe partir y continuar con su marcha, Dido se suicida, maldiciendo a Eneas y toda su estirpe por los siglos de los siglos. He aquí la justificación mítica de la antigua rivalidad de Cartago y Roma durante los tiempos de la República.

Durante su trayecto a Italia, su padre Anquises se le aparece y le pide que vaya a verle al Averno. Eneas accede y es acompañado por la Sibila de Cumas, una profetisa y una de las diez sibilas. Recorren el Inframundo mientras Anquises les muestra la futura gloria y poder de la estirpe de Enas, los romanos.

Al fin en Italia, el rey Latino, epónimo de su misma tribu, los latinos, le comunica a Eneas que una profecía anunciaba que su hija Lavinia se casaría con un extranjero, y que el destino ha decidido que sea él.

Turo, rey de los rútulos acaba trastornado por las Furias, unas criaturas míticas con apariencia femenina, anteriores a los propios dioses y repudiadas y temidas por ellos. Turno era pretendiente y primo de Lavinia, así pues reúne a sus aliados y le declara la guerra a Eneas, que hará lo propio. El ejército de los rútulos estaba ayudado por Juno y el de los troyanos por Venus, sin embargo, Júpiter no interviene. Finalmente Eneas se hace con la victoria matando a Turno. Dando así fin a la Eneida.

Representación de La Eneida
Eneas y la Sibila de Cumas. Ca. 1646. Óleo en lienzo de François Perrier (1590 – 1650). Museo Nacional de Varsovia.

Influencia de la Eneida

Es innegable la tremenda influencia que la Eneida y su autor Virgilio tuvieron en su tiempo y durante los milenios posteriores, llegando hasta nuestros días.

Durante la Edad Media el personaje mítico por antonomasia era sin duda alguna Eneas, así pues Ulises era considerado un hombre astuto, pero no digno de alabanzas. De hecho, en la Divina Comedia de Dante Alighieri Ulises se encuentra en el Infierno. Se consideraba todo un honor descender de Eneas, hasta tal punto que en Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth, el autor afirma que los britanos son los descendientes del mismo Eneas. Volviendo así a repetir la función propagandística que se le atribuyó a la Eneida.

Esta obra sirvió como pilar fundamental sobre el que se escribieron el resto de epopeyas épicas medievales, como Beowulf. No solo eso, sino que la Eneida se utilizó durante siglos para enseñar latín y como apoyo para realizar una gramática latina tras la caída del Imperio Romano, en la Edad Media. Una obra quizás algo olvidada en la actualidad, pero que sin duda se trata de uno de los más grandes relatos que la civilización occidental ha dado.