Los doce Trabajos de Hércules

Hércules se había desposado con Megara y tuvieron varios hijos. Sin embargo, la vengativa Hera no se había olvidado del hijo bastardo de su marido. La diosa infundió a Hércules de una cólera asesina, volviéndolo completamente loco. Durante su enajenación mató a sus hijos, dos de sus sobrinos y a su mujer con sus propias manos. Cuando recuperó la conciencia y vio la atrocidad que había cometido, sintió un dolor excruciante en su alma y se fue a vivir a tierras salvajes, donde no podría hacer daño a nadie.

Tras largo tiempo vagando por los territorios no dominados por los hombres, se encontró con su hermano Ificles, que llevaba buscándolo desde su fuga. Ificles le convenció de que fuera al Oráculo de Delfos. Allí, la sibila le impuso una penitencia, realizar doce trabajos para Euristeo, su primo, el hombre que le había arrebatado el trono de Micenas y la persona a la que más odiaba del mundo.

Primer Trabajo: Matar al León de Nemea

El León de Nemea era una formidable bestia que aterrorizaba los alrededores de la ciudad de Nemea, en la Argólida. La piel del león era tan resistente que se decía que no podía ser atravesada por ningún arma. Cuando Heracles fue a cazarlo, primero probó a dispararle flechas, que rebotaban en el pelaje. Después trató de matarlo con una espada de bronce, pero fue en vano. Y por último lo golpeó con una garrota hecha con la raíz de un olivo que arrancó de la misma tierra. Como no había tenido éxito, Heracles fue a la guarida del león, bloqueó una de las dos salidas y acorraló a la bestia, a la que finalmente mató estrangulando con sus propias manos.

De vuelta a Micenas, el rey Euristeo estaba tan aterrado que prohibió a Heracles la entrada a la ciudad, a partir de ese momento le comunicaría sus instrucciones mediante un heraldo. Tal era su pánico que ordenó a sus herreros la forja de una tinaja de bronce, enterrada bajo tierra, en la que se escondería cada vez que el héroe volvía a la ciudad.

No obstante, la misión no había terminado, aún tenía que despellejar al león, pero ningún arma podía atravesar su piel. Tras muchos intentos infructuosos, Atenea, la diosa de los ojos claros, se le apareció disfrazada de bruja. Le dijo a Hércules que la mejor forma de cortar la piel del león era con sus propias garras, y así lo hizo. Cambió el viejo pelaje del León de Citerón por su nueva vestimenta, usando la cabeza del difunto animal a modo de yelmo y el resto de su pelaje como armadura. Así completó Hércules su primer trabajo de los 12 trabajos.

primer trabajo de hercules

Segundo Trabajo: Matar a la Hidra de Lerna

La Hidra de Lerna era un antiguo monstruo telúrico del agua. Tenía forma de serpiente y según la versión, poseía de 3 a 1000 cabezas, aunque la mayoría de las fuentes apuntan a 3 o 9. Lo que la volvía temible era su capacidad para regenerar sus cabezas, ya que cada vez que se le cortaba una, aparecían otras dos. También exhalaba aire tóxico desde su boca. Hera había criado a la bestia bajo una platanácea en el Lago Lerna, cerca de una entrada que conducía al Inframundo, que la hidra custodiaba.

Heracles le pidió ayuda a su sobrino Yolao, y juntos llegaron a la ciénaga que rodea al lago. Se cubrieron la boca y la nariz con una tela para protegerse de los miasmas tóxicos de la hidra. Una vez llegaron a su guarida, Heracles le disparó flechas para hacerla salir y una vez fuera se enfrentó a ella con la espada. Le cortó varias cabezas, pero se regeneraban constantemente. Yolao le sugirió cauterizar las heridas con fuego para evitar que se regenerase. Hércules siguió su consejo y por cada cabeza cortada pasaba una antorcha. Finalmente la hidra cayó al suelo, muerta. Tan solo la cabeza inmortal de la bestia permanecía con vida, así que el héroe la cogió y la enterró debajo de una piedra en medio del camino entre Lerna y Eleia, no sin antes mojar la punta de sus flechas en el veneno del monstruo.

Así completó Hércules su segundo trabajo de los 12 trabajos, pero Hera convenció a Euristeo de que había sido su sobrino Yolao el que quemó las cabezas de la hidra, invalidando el esfuerzo del héroe.

Tercer Trabajo: Capturar a la Cierva Cerinea

La Cierva Cerinea tenía pezuñas de bronce y astas de oro. La diosa Artemisa había tratado de capturar cinco ciervas para atarlas a su carro, y esta era la única que se le había escapado. La cierva era tan veloz que ni siquiera las flechas podían alcanzarla. Debido a esto, Hércules la persiguió durante un año entero. Finalmente llegó al mitológico país de los Hiperbóreos, al norte de Tracia. Allí sorprendió a la cierva bebiendo y, de varios flechazos, le atravesó las patas, traspasando solo piel, tendón y hueso, para no hacerla sangrar. La sangre del animal era extremadamente venenosa, hasta tal punto que podía matar a un dios. La apresó y se la llevó viva a Micenas, para mostrársela a Euristeo.

Cuarto Trabajo: Capturar al Jabalí de Erimanto

El Jabalí de Erimanto era una formidable bestia, con la fuerza suficiente para crear terremotos y arrancar árboles con sus colmillos. Habitaba en las montañas de Erimanto, aterrorizando a todos los que allí vivían, ya que devoraba hombres.

Durante su trayecto hacia Erimanto, decidió visitar a un viejo amigo, el sabio centauro Folo. Como era costumbre, Heracles compartió con él su comida y su vino, pero el aroma del vino hizo enfurecer a los demás centauros. Algunos centauros atacaron y Hércules entró en cólera, sacó su arco y con las flechas envenenadas mató a varios de ellos. Su amigo Folo cogió una flecha para inspeccionarla, sorprendido de que algo tan pequeño pudiera acabar con un ser tan robusto y fuerte como un centauro. Pero por un ardid del destino la flecha se le escurrió de las manos y se le clavó en la pierna, provocándole la muerte. Heracles lo enterró en el pie de un monte que a partir de entonces llevaría su nombre, el Monte Foloe.

Una vez en Erimanto, encontró al jabalí y lo acorraló en una zona nevada. Hércules cargó contra él y lo ató con una cadena, se lo echó a los hombros y así se lo llevó a Micenas.

Nuestro héroe, Hércules, había capturado con vida al Jabalí de Erimanto y lo había llevado con éxito a Micenas, donde se lo entregó al rey Euristeo, quien le reservaba una deshonrosa tarea con la que pensaba humillar a Heracles.

Quinto Trabajo: Limpiar los establos de Augías en un solo día

Augías era rey de la Élide y los dioses le habían concedido un ganado que nunca enfermaba. Además, su padre, el dios sol Helios le había regalado doce toros que protegían al resto de sus animales de las fieras salvajes. Debido a esto Augías tenía la mayor cantidad de cabezas de ganado de toda Grecia. No solo eso, sino que sus establos jamás habían sido limpiados.

El objetivo de Euristeo era ridiculizar a Hércules obligándole a acometer una tarea tan sucia y deshonrosa como era retirar la inhumana cantidad de excrementos que se habían acumulado durante los años. Además, creía Euristeo que sería tarea imposible, con lo cual la humillación sería mayor, ya que el gran Heracles, que había derrotado a monstruos con sus propias manos sucumbiría ante una tarea tan deshonrosa como aquella. Incluso el mismo Augías había apostado una parte de su ganado con el héroe si este conseguía limpiarlos.

La fuerza no servía para nada, Hércules lo sabía, así que tuvo que recurrir a la astucia. En un movimiento digno de la inteligencia de Atenea, el héroe cavó una zanja con la que desvió el cauce de los ríos Alfeo y Peneo, anegando los establos y permitiendo que la corriente arrastrara toda la suciedad.

Euristeo y Augías estaban perplejos, incluso se negaron a aceptar el triunfo del héroe. Euristeo, al que la pérfida Hera había informado de la apuesta con Augías, se negó a reconocerle la victoria, ya que el trabajo había sido hecho para Augías, que le iba a pagar con ganado. Además, según dijo, el trabajo no lo había realizado Hércules, sino los propios ríos, por lo que no contaba como un trabajo completado dentro de los doce trabajos..

El rey de la Élide, por su parte, se negó a pagar a Heracles alegando la misma excusa. El asunto llegó a los tribunales y el hijo del rey, Fileo, se puso de parte de Hércules, por lo que Augías tuvo que pagar con su ganado. Sin embargo, furioso con su hijo, lo desterró y desheredó. Hércules, al contemplar tamaña injusticia, se reunió con reyes y príncipes amigos de toda Grecia para declararle la guerra a Augías. Ambos bandos sufrieron muchas bajas en las diversas batallas que se habían librado. Hércules se sintió enfermo y decidió pactar una tregua con el rey. Esta tregua le sirvió a Augías para realizar un ataque sorpresa en el que murió Ificles, el hermano de Hércules, que le acompañó en la guerra. Los corintios firmaron la paz y con ellos se fueron todos los aliados de nuestro héroe, que no olvidaría esta traición.

Tres años más tarde, durante un festival en honor a Poseidón, Hércules y sus aliados le tendieron una emboscada al ejército de Augías, matando a sus mejores generales y a su hijo Éurito. Finalmente, congregó un ejército de entre las ciudades del Peloponeso y saqueó la Élide, mató a Augías y puso al desterrado Fileo como soberano.

Sexto Trabajo: Matar a las Aves del Estínfalo

Las Aves del Estínfalo tenían pico y garras de bronce. Habitaban los alrededores del lago Estínfalo. Euristeo le ordenó a Hércules acabar con estas aves, ya que eran muy agresivas, atacaban al ganado y a las gentes del lugar y sus heces eran extremadamente tóxicas y contaminaban los cultivos.

Cuando Heracles llegó al lago, sacó su arco y mató a flechazos a muchas de ellas, pero pronto observó que su esfuerzo era en vano. Eran demasiadas aves para poder matarlas con sus limitadas flechas y su grandiosa fuerza era inútil, pues no podía atraparlas mientras volaban. Cuando el héroe se iba a dar por vencido, la divina hija de Zeus, Atenea, la diosa de los ojos claros, apareció y le dio una campana de bronce. El héroe debía tañer esa campana desde la cumbre de una alta colina. Lo hizo y las aves huyeron del sonido para no volver jamás. La mayoría de ellas volaron a la isla de Ares, en el Mar Negro, donde serían encontradas años después por Jasón y los Argonautas. No obstante, algunas de ellas volaron hacia Micenas y sitiaron el palacio de Euristeo. Cuando Heracles vio esto, tañó la campana de nuevo y las aves nunca más regresaron.

Séptimo Trabajo: Capturar al Toro de Creta

En la isla de Creta, el rey Minos prometió sacrificar un toro en honor a Poseidón, pero se lamentaba de no poseer ninguno lo suficientemente digno. Entonces el dios hizo emerger del mar un magnífico toro que le serviría de sacrificio. No obstante, el rey Minos encontró a la bestia tan fantástica y hermosa que decidió conservarlo para utilizarlo de semental. El colérico Poseidón se ultrajó e hizo que la esposa de Minos, la reina Pasífae, hija del dios Helios y de la ninfa Creta, se enamorara del animal y concibiera un hijo suyo, el Minotauro. Este ser fue encerrado en un laberinto diseñado por Dédalo, padre de Ícaro, expresamente para el monstruo, que tenía cabeza de toro y cuerpo de humano. El Toro de Creta se volvió loco tras yacer con Pasífae y se convirtió en un animal salvaje que echaba fuego por la nariz.

Heracles llegó a Creta y le ofreció su ayuda a Minos. El Toro estaba destrozando toda la isla, así que Minos le concedió permiso para capturarlo. Hércules salió a su encuentro y saltó sobre el lomo del animal y de esta guisa cruzaron el Mar Egeo hasta llegar a Micenas. Euristeo se sintió fascinado al ver a tan magnífica bestia y quiso entregarla en sacrificio a Hera. Sin embargo, la diosa vio la fiereza del animal y desdeñó el regalo, por lo que lo dejaron en libertad. El Toro de Creta siguió causando estragos a su paso, cruzó la Argólida y pasó por el Istmo de Corinto hasta llegar a la llanura de Maratón, donde el héroe ateniense Teseo le dio por fin muerte.

Octavo Trabajo: Robar las Yeguas de Diomedes

Diomedes, el gigante rey de Tracia, hijo de Ares y Cirene, tenía cuatro yeguas que comían carne humana. El gigante las alimentaba con sus desafortunados huéspedes. Las yeguas recibían los nombres de Podargos, la rápida, Lampon, la brillante, Xanthos, la amarilla, y Deinos, la terrible.

Heracles y unos cuantos voluntarios se infiltraron en la ciudad de Tirida, se impusieron sobre las fuerzas de Diomedes y rompieron las cadenas de bronce con las que estaban atadas. Mientras huían de la ciudad con las yeguas ahora sujetas a un carro, Hércules le encomendó las yeguas a su amigo Abdeo mientras él y sus hombres hacían frente a Diomedes y su contingente, que los estaba persiguiendo. Por desgracia, las yeguas se soltaron y devoraron al pobre muchacho. Hércules, furioso, arrojó al mismo Diomedes a sus propias yeguas y este murió siendo devorado. Tras esto, la locura de las yeguas cesó totalmente. Heracles las ató al carro de Diomedes y se las llevó a Micenas, donde Euristeo se las ofreció a Hera. Según se dice, perecieron en el Olimpo pasto de las alimañas. Sin embargo, una leyenda dice que Bucéfalo, caballo de Alejandro Magno, era descendiente de una de ellas.

Llegamos a la etapa final de la penitencia de nuestro héroe Hércules. Los últimos trabajos de los doce trabajos que hercúleas tuvo que acometer para el rey Euristeo de Micenas, el hombre que ocupaba el trono que le hubiera correspondido a él.

Noveno Trabajo: Robar el cinturón de Hipólita

No fue Euristeo, sino su hija Admete la que eligió el siguiente trabajo de Hércules. El héroe debía robar el cinturón mágico de Hipólita, la reina de las amazonas. Cuyo padre, Ares, le había entregado como regalo.

Hércules viaja al reino de las amazonas, se dice que en la frontera de Escitia, y una vez allí secuestra a Melanipa, la hermana de la reina Hipólita, y le pide a esta un rescate por ella, su cinturón. Hipólita acepta el trato con el fin de no llegar a un enfrentamiento. No obstante, el héroe Teseo secuestra también a Antíope, otra de las hermanas de la reina, para casarse con ella. Teseo huye con Heracles, pero Hera advierte a las demás amazonas del crimen de Teseo y lo persiguen. No obstante, los héroes consiguen escapar y llegar sanos y salvos a su destino. Hércules a Micenas y Teseo a Atenas, que será posteriormente sitiada por las amazonas, aunque sin éxito.

Décimo Trabajo: Robar el ganado de Gerión

Gerión era un monstruoso gigante con tres cuerpos, tres cabezas y tres pares de extremidades. Hijo de Crisaor y Calírroe. No se describe cómo estaban unidos los tres cuerpos, pero se lo suele representar unido por la cintura. Vivía en la isla de Eriteia, la actual Cádiz.

Heracles decidió realizar su ruta hacia Eriteia cruzando el gran desierto de Libia (el nombre de África no existía en la Antigua Grecia y era así como llamaban al continente en su conjunto, aunque de él solo conocían la parte norte). Pero el calor era tan intenso y se sintió tan angustiado que le empezó a disparar flechas a Helios, el Sol. Hércules le dijo que cesaría el ataque si le prestaba la copa que utiliza el dios para navegar hacia el este todas las noches. Helios accedió y Hércules pudo continuar hasta que descubrió que el paso del Mediterráneo estaba bloqueado.

El héroe abrió el paso y unió el Mediterráneo con el Océano Atlántico. Amontonó a ambos lados los escombros de su obra y construyó dos columnas gigantescas. Las Columnas de Hércules, que marcan el final del mundo conocido. El escudo de la bandera de España contiene estas dos columnas junto al lema Plvs Vltra, que significa Más Allá, que hace mención a los dominios coloniales del Imperio Español más allá de Europa. Estas “columnas” se identifican con el Peñón de Gibraltar al norte y o bien el Monte Hacho en Ceuta o el Monte Musa en Marruecos con la del sur.

Finalmente llegó Hércules a Eriteia. El ganado estaba custodiado por un gran perro de dos cabezas, Ortro, que era hermano de Cerbero, el can de tres cabezas que guarda el Hades. También las guardaba Euritión, el pastor del Hades, que avisó al gigante Gerión de la llegada del héroe. Hércules mató al pastor y con su gran fuerza partió al gigante en tres partes, la que correspondía a cada uno de sus cuerpos, muriendo en el acto.

En la mitología romana, de vuelta de este viaje, Hércules pasó por Italia y mientras estaba escalando el Monte Aventino de Roma, una de las siete colinas, un semidiós gigante llamado Caco le robó parte de su ganado, obligándoles a caminar hacia atrás para ocultar el hurto. Por suerte para el héroe y desgracia del gigante, Hércules pasó enfrente de la cueva en la que Caco había ocultado su ganado, con lo que las reses se empezaron a llamar unas a otras. Hércules mató al gigante, recuperó su ganado y continuó su viaje, no sin antes fundar un altar donde siglos más tarde estaría el Foro Boario, el mercado de ganado de Roma. Es por este personaje mitológico por lo que hoy en día en castellano se les llama coloquialmente a los ladrones como cacos.

Mientras cruzaba Sicilia, el rey de la isla, Érice, quiso retar al héroe a un combate de boxeo. Hércules aceptó y apostó una parte de su ganado, el rey estaba tan seguro de sus habilidades que apostó su reino entero a cambio. Durante el combate Érice murió y Hércules prometió a los habitantes de la isla que en el futuro enviaría a sus hijos a gobernar Sicilia. Así fue, los llamados heráclidas (hijos de Heracles) gobernaron Sicilia comandados por el sobrino del héroe, Yolao.

Apunto de llegar a Micenas, Hércules fue asaltado por Equidna, una ninfa con torso humano y cola de serpiente, robándole el ganado. Tras esto, el héroe fue a reclamar sus reses y la ninfa accedió a devolvérselas a cambio de que yaciera con ella. Así lo hizo, y de aquella relación nacieron tres hijos.

Cuando por fin llegó a Micenas, el rey Euristeo ordenó sacrificar a todo el rebaño en honor a Hera.

Undécimo Trabajo: Robar las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides

Hércules vagó por la Hélade sin saber dónde ir, pues la ubicación del jardín era desconocida. Antes de emprender su búsqueda, fue al encuentro con Proteo, el anciano del mar, primogénito de Poseidón, y le obligó a desvelarle el lugar donde se encontraban el jardín. Estaba junto a la Cordillera de Atlas, en el actual Marruecos, donde se hallaba también el titán sosteniendo el Urano sobre sus hombros.

Así pues, viajó Hércules a Egipto para continuar a pie desde allí. Sin embargo, fue apresado bajo la autoridad del rey Busiris, quien, para aplacar la ira de los dioses, se había comprometido a sacrificar a todos los extranjeros que viajaran a Egipto. Hércules fue encadenado junto con otros desdichados, pero el héroe rompió sus cadenas y liberó a los presos. Cuando vio el terrorífico régimen al que el monarca había sumido al pueblo de Egipto, Hércules se enfrentó a él y lo mató, liberando a todos los demás prisioneros.

El Jardín de las Hespérides estaba custodiado, además de por las hijas de Atlas, por el dragón Ladón. Hércules fue a ver a Atlas para pedirle ayuda y le ofreció sujetar la bóveda de Urano mientras él recogía las manzanas, ya que se dice que nadie puede salir vivo del jardín con una manzana salvo las mismas Hespérides o su padre. Atlas accedió, pero antes Hércules debía cazar al dragón, al que dio muerte de un solo flechazo. Así pues, Hércules se quedó sujetando el cielo mientras Atlas recolectaba la fruta dorada. El titán regresó con el héroe y cuando este le ofreció de nuevo el cielo, Atlas pensó que sería mejor idea ir a Micenas él mismo para entregar las tres manzanas a Euristeo. Sin embargo, Hércules pensó otra treta. Accedió, pero con la condición de que sujetase el cielo tan solo un momento, mientras él se colocaba la capa a una postura más cómoda. Atlas cayó en la trampa, Hércules recogió las manzanas y volvió a Micenas. Una de estas manzanas fue la Manzana de la Discordia, que utilizó la diosa Eris (la Discordia) como premio de un concurso de belleza en el Olimpo, que acabó desembocando en la Guerra de Troya.

Duodécimo Trabajo: Capturar al Can Cerbero del Hades

Antes de emprender este el último trabajo de los doce trabajos de hércules, Hércules viajó a la ciudad de Eleusis para ser iniciado en los misterios eleusinos, unos rituales de iniciación en el culto de las diosas Deméter y Perséfone que se celebraba anualmente. En ellos aprendería a entrar y salir del Hades vivo.

Encontró el héroe la entrada al Inframundo en el cabo Ténaro, en el Peloponeso y con la ayuda de Atenea y Hermes pudo cruzarla para entrar y para salir sano y salvo. El barquero Caronte se negó a llevar a Hércules, puesto que no estaba muerto, pero el aspecto fiero del héroe unido a su insistencia hizo ceder a Caronte, que lo llevó cruzando el Aqueronte.

Una vez en el Inframundo, Heracles decidió simplemente pedir permiso al dios Hades para llevarse a Cerbero. El hermano de Zeus aceptó, pero le pidió que no hiciera daño al animal y lo tratara de forma amable. Así lo hizo el héroe, y el perro, sorprendido por el agradable trato que le daba, lo acompañó dócilmente a la salida.

Cuando Heracles volvió a Micenas con el perro guardián del Hades, Euristeo llegó a la conclusión de que nada se le podía resistir al héroe y, atemorizado, le concedió la libertad tras casi una década de servidumbre. Hércules participaría en muchas más aventuras, esta vez por su propia cuenta, como la expedición de Jasón y los Argonautas, su viaje a Troya o la Gigantomaquia, la guerra contra los gigantes hijos de Gaia en la que los dioses solo podrían ganar si luchaban acompañados por un mortal.