Ninurta

Para los mesopotámicos, Ninurta era el dios de la tierra, lo que quiere decir que sobre él pesaba la responsabilidad de conformar la tríada de dioses en compañía de otros dos también importantes como lo son Enlil y Ninlil.

Según las representaciones de este dios que se han hecho más extensivas, se puede notar que los símbolos con los que se representan son el arco, la lanza y la maza mágica que lleva por nombre Sharur.

Específicamente esta lanza mágica es importante para Ninurta porque tiene la habilidad de convertirse en un león alado. Otra de las características de esta maza mágica es que podía hablar. Evidentemente, no solo Ninurta era un dios, sino que también su simbología era bastante particular.

Ninurta, producto de una combinación

Probablemente, Ninurta fue en sí una buena combinación entre dos deidades importantes. La primera habría sido un dios dedicado a la agricultura, mientras que el otro sería un dios de la guerra. Del primero habría adoptado el nombre.

El segundo de los dioses podría explicar las hazañas que realizó Ninurta como dios intrépido e imponente. Las hazañas de este gran guerrero, inspiraron una buena parte de las historias contadas por los poetas en las más populares narraciones mitológicas de la cultura sumeria y mesopotámica.

Ninurta también era conocido como el dios de la tormenta, del trueno y de las inundaciones de la primavera. De hecho, fue representado como el dios de la primavera. Al ser el dios de la victoria, así como también del arado, fue el encargado de rescatar las tablillas de los destinos del ave considerada como demoníaca, que se denomina como Anzu.

Ninurta reconocido como un héroe

Una de las proezas que se relacionan con Ninurta es, sin duda, el momento en el que se dio batalla con el demonio Asakku, quien se había alzado con las tierras fronterizas. Todo empezó cuando la esposa de Ninurta le dirigió las palabras que a su vez le había detallado el rey.

En estas se hacía la respectiva denuncia, detallando que este demonio se había hecho de los terrenos de las fronteras apoyados con las piedras rebeldes. Estas últimas estaban cansadas definitivamente, de cada una de las órdenes dadas por Ninurta, así que decidieron colocarse en su contra.

Según la información que Ninurta recibió, las piedras rebeldes habrían atentado contra la tierra y la habían herido. Tal situación, evidentemente no la podía permitir, así que se enfrentó a ellos.

Antes de ir a la batalla con el demonio que había tomado las fronteras a la fuerza, Ninurta fue sorprendido por una tormenta de arena que intentó impedir que llegara a vencer al demonio. En ese momento apareció Enlil en escena y le ayudó un poco, dejando caer algo de lluvia que aplacó la arena.

Después de superar aquel evento, Ninurta fue a la reunión con el demonio con el que entró rápidamente en batalla. Una vez que venció al demonio, logró liberar las aguas que estaban apresadas en el hielo, con ello logró la irrigación de los valles mesopotámicos, gracias a las aguas del río Tigris.

Con respecto a las piedras rebeldes que estuvieron presentes en la toma de las fronteras por parte del demoníaco ser, Ninurta resuelve que es momento de enfrentarlas y castigarlas por sus hechos. El castigo que colocó a estas piedras fue el de asignar distintos destinos. También se encargó de calmar las preocupaciones de su madre.

Una vez terminada su encomiable labor, regresó a casa con sus padres, quienes le recibieron con los brazos extendidos y con mucho orgullo por las batallas que había librado su hijo para liberar a los pueblos de aquel voraz demonio.

Según cuenta la historia, uno de los mensajeros que recibió a Ninurta le indicó disminuir un poco su resplandor, dado que ya de por sí su llegada era realmente importante e imponente.