Súcubo. Imagen de Andrew Theophilopoulos
Varios piensan que los súcubos y los íncubos son como esos habituales diablos alados, con cuernecitos y cola. Solamente lejos de la verdad. Son diablos horripilantes, sí, pero su apariencia en el momento en que se mueven por nuestro planeta no les delata en lo más mínimo.
Diablos súcubos
Estos diablos tienen siempre y en todo momento el aspecto de una mujer de hermosura excepcional, piel impecable y pelo obscuro o rojizo. Probablemente, exactamente el mismo aspecto de Lilith, Reina de la Obscuridad y la Noche, de quien se estima que descienden todos los otros súcubos.
Se ocultan tras esta interesante testera para hallar atraer y tentar a los fatales que se cruzan en su sendero. Su única misión es atraer primero para atormentar después.
Sus movimientos son diligentes y precisos. Su forma de caminar es muy seductora y tiene una enorme presencia y carisma. Ese género de carisma que encanta y prácticamente deja hipnotizado a su interlocutor, si bien un espectador avispado podría entender que hablamos de un demonio por ese destello en su mirada de obscuro y enfermizo deseo.
Charlan múltiples lenguajes, con lo que no tienen inconvenientes para establecer diálogos y entablar novedosas relaciones sociales. Podrían considerarse la compañía ideal si no fuera por el hecho de que, a veces, se dejan llevar y sacan su lado mucho más lascivo.
Los diablos súcubos no precisan verse beligerantes y, además de esto, rehúyen los enfrentamientos. Eligen utilizar su aptitud de persuasión y don de gentes para hallar sus propósitos. Además de esto, en el caso de necesidad, no dudarán en adoptar el papel de víctima o de damisela en apuros. Aun tienen la posibilidad de enredar y poner a unos en oposición a otros por fácil diversión.
Una vez tienen escogido al mortal intentan distanciarse con él de la multitud, y entonces utilizan su aptitud de sugestión, muy similar a la de los vampiros, para hacerle opinar prácticamente cualquier cosa que deseen. En el momento en que la víctima entra en ese estado hipnótico pasa a ser atacada por el súcubo, que consume la energía de la víctima mientras que sostienen relaciones íntimas.
Súcubo seductora. Imagen de Venlian
Estos diablos se alimentan de la energía escencial del mortal, energía que asimismo les deja sostener ese aspecto joven y cautivador.
Tras el estado de inconsciencia, las víctimas pasan a un sueño profundo del que acostumbran a despertar agotadas, deprimidas y con la sensación de haber vivido una horrible pesadilla, si bien si el súcubo se sobrepasa sacando energía posiblemente no logren despertar y terminen muriendo.
Algo que divierte bastante a estos diablos súcubos es agredir a hombres virtuosos o que hicieron voto de castidad. Les gusta mucho atormentarlos al despertar del sueño con recuerdos de orgías y perversiones que los hacen sentir muy abochornados.
Si bien no es frecuente, en algunas oportunidades los súcubos detallan su auténtico aspecto mientras que sostienen relaciones con sus víctimas. Los ojos de serpiente, los colmillos, las alas de murciélago y la cola son un “plus” de calvario del que la pasan bien en el momento en que su víctima no les agrada singularmente.
Diablos íncubos
El demonio íncubo es la contrapartida masculina del súcubo. Un hombre joven, muy atrayente y fuerte que cautiva y atrae en general a mujeres, a las que tortura del mismo modo que acostumbran a llevarlo a cabo los súcubos.
Existe la teoría de que estos diablos son descendientes de ángeles caídos que han degenerado en succionadores energéticos. Si bien asimismo diríase que, de todos modos, los íncubos y los súcubos son exactamente el mismo género de demonio, que adopta la manera de hombre o mujer según los deseos de su víctima.
Íncubo. Imagen de Seo Jinseok
Acostumbran a arrimarse a toda clase de mujeres; mayores o jóvenes, casadas, solteras o viudas, si bien distribuyen con los súcubos su debilidad por las mujeres religiosas y de férrea ética, más que nada las novicias. Gozan sabiendo el mal y la vergüenza que ocasionarán a sus víctimas al despertar de su horrible sueño.
Muchas de estas mujeres tienen la posibilidad de aun quedar embarazadas. En el momento en que esto sucede existe la oportunidad de que el bebé nacido sea un engendro predisposición de las fuerzas del mal, o un poderoso humano mágico que se decline por realizar el bien. Un caso de muestra de este último caso es el del mago Merlín, de quien se cuenta que nació de la obscura seducción de un íncubo a una monja.
Encantamientos de cama
Los súcubos y también íncubos tienen la aptitud de efectuar un encantamiento al sitio donde se genera el ataque sexual, normalmente, la cama de la víctima, de forma que toda vez que esta descansa sobre esa cama se drena una parte de su energía, que pasa de forma directa al demonio si bien esté lejos del rincón.
Este poderoso hechizo puede terminar con la vida del mortal al tiempo que hace mucho más fuerte al demonio. De este modo, cuantas mucho más víctimas logre, mucho más poderoso se regresa.